Un día aburrido en la fantabulosa vida de Scribbles

Y de pronto sentí en mi ser un fuerte impacto, un golpe seco, una patada en mis cuartos traseros, propinada con tal fuerza que hizo que saliese disparado de mi posición junto a la ventana, y que lo hiciese de manera un tanto... bueno, gritona. Cómo no, cualquier movimiento mío en dirección vertical resultaba objeto de griterío.

Pero, oigan, aunque quizá pueda parecerles a unas personas que fue un griterío bastante afeminado, cursi y todo aquello, en verdad proferí el grito con una gran masculinidad, solo ocultaba por la voz chillona típica de un niño de dos años o así. La cual, al parecer, era mi edad física. En fin, en medio del aire me volteé para mirar a la metamórfica criatura que a veces tenía forma de animal y a veces no.

—¡¡MALDIGO TU INESPERADA PERO INEVITABLE TRAICIÓN!! —Le "dije en voz alta" a la señora vampiresa de muchas formas, a causa de la patada que me mandó despedido del robot deforestador.

Pero entonces mi gemelo de latón y chapa y hojalata vio que estaba en peligro de convertirme en poco menos que un bosquejo por lo que como caballero de brillante armadura se lanzó a salvarme. Si por caballero entendemos un enanito cuya cabeza es más grande que su cuerpo, y si tenemos en cuenta que su brillante armadura era en verdad el cuerpo del mismo.

Me amortiguó la caída con su pelo, el cual era mucho más blando de lo esperado, y al dejar de caer dejé de gritar, suspiré y me levanté, sacudiéndome los ropajes, y girándome a ver si el robot seguía vivo. Me dijo unas palabras (concretamente me dijo que nunca me rindiese) y, sacando un lápiz de su cabello, me lo ofreció. El lápiz no tenía goma, por lo que no tuve remilgos en aceptarlo. Sus últimas palabras, antes de que las bombillas de sus ojos se apagasen, fueron que continuase, que tuviese esperanza, y entonces su cabeza cayó y sus ojos se apagaron, y yo, dado al melodrama, sujeté el lápiz con mis dos manos, ocultadas por las mangas y miré al cielo.

—¡¿Por qué ha tenido que morir tan joven?! —Me lamenté. Honestamente, apenas llevaba cinco o diez minutos vivo y ya había muerto.

Bueno, en todo este tiempo el creador de Screebot volvió a aparecerse, diciendo que nos apartemos pues se llevaría su robot. O, bueno, como posteriormente aclaró, lo que quedase de él.