Memorias de un sin corazón

Coloqué mis manos en posición. El libro, flotando frente a mi, a la altura suficiente para poder leer a la perfección aquel conjuro. Era un rito satánico, con el, llamaría al propio diablo, al mismísimo demonio. Un ser despiadado, que no repararía en mi si no fuera porque durante todo ese tiempo mi alma se había vuelto tan oscura como el vacío.

Tras decir eso, proseguí agarrando el afilado cuchillo y con el cortando la piel en una profunda hendidura de donde la sangre brotaba como si una fuente se tratara. El suelo se coloreaba de aquel tinte rojizo, de aquella sangre la cual ya no era tan valiosa para mi. La derramé sin miedo sobre aquella enorme silueta, aquellas escrituras de lenguaje muerto escritas en el suelo. La atmósfera se hizo pesada. El viento se comenzó a remover y la oscuridad se hizo del lugar. La marca junto a la sangre ahora brillaban y se fundían en el suelo, creando una brecha e la que salia un calor sofocante. La lava ahora quemaba todo el suelo, quemaba mis pies, pero o me importaba, me gustaba, me agradaba aquel dolor. Me estremecía al sentir la piel chamuscarse, ese olor a quemado que se extendía por todo mi cuerpo.

La bestia que salio por ese portal, me hizo estremecerme, temblar, pero seguía gustándome la sensación. Aquel ser, rojizo, con grandes y afilados cuernos. Su grandes ojos sin fondo ni luz me miraban provocando que mi piel se congelara a la vez que ardía.

El hablo, me preguntó cual era mi deseo y porque lo había llamado. Yo sin dudar y para asombro de aquella bestia respondí con sarcasmo, mirándolo desafiante, sin miedo. Agradado el diablo acepto el trato. Pero la condiciones eran claras. A cambio de aquella inmortalidad y el aumento desenfrenado de mis poderes, debía dejar que el mismo con sus manos me arrancara ahora mismo el corazón. Algo de lo cual me beneficiaba, ya que así dejaría aun lado los sentimientos y perdería mi principal punto débil.

Aquello creo recordar que fue el momento mas doloroso de toda mi vida. Los brazos de la bestia tomaron la forma de dos grandes y afilados pinchos que se clavaron en mi pecho. Esos me atravesaron, sentí el dolor, el dulce dolor. La sangre saliendo de mi boca y la que resbalaba de mi pecho. La presión de cuando con las manos agarro el corazón, tirando de el y rompiendo una por una al estirar las arterias y venas principales. Este rió divertido, mirándome caer al suelo, derramando mi sangre en el suelo que aun seguía en llamas. Sintiendo como el fuego quemaba ahora los órganos descubiertos de mi pecho. Mis ojos se volvieron rojos, una risa siniestra se soltó de mis labios. Aquel dolor me era agradable, sentía todo mi cuerpo chamuscarse, mis órganos explotar y desangrarse por las altas temperaturas.

El diablo, montuoso y despiadado pronuncio una ultima advertencia. Una vez al mes, desde ahora en adelante, debía absorber el alma de alguien, cualquier ser vivo, si quería seguir viviendo por la eternidad.

Después cerré mis ojos, cayendo en un vació sueño antes de sentir como mis ojos, por la temperatura, se hinchaban y comenzaban a llorar sangre.

Si hubiera tenido sentimientos ahora mismo... seguramente hubiera expresado la gran felicidad que sentí cuando el dolor aumentó y caí inconsciente.

Desperté sintiéndome como nuevo, mire a mi casa, ya no estaba cubierta de llamas, esta tal y como la había dejado antes de que todo aquel fuego me consumiera en aquel delicioso dolor.

Me levanté, posando mi mano en el libro de magia oscura que había dejado tirado en el suelo. Lo miré son malicia y sin mas lo hice estallar. sin decir palabras, son con pensarlo. Mi poder, tal y como había pactado con el diablo, había aumentado de una manera muy alarmante. Y ahora era un ser inmortal siempre que succionara algún alma al mes.

Miré mi pecho, ahora una cicatriz enorme recorría toda la piel. Lo toque sintiendo un vacío. Sonreí agradable al sentirlo, eso significaba que de verdad todo había salido a la perfección.


Pasaron años, y mas años, mis victimas aumentaban y mi sed de venganza y sangre no parecía tener fin. Todos los meses absorbía el alma indicada y así mas años pasaron. Cada vez que succionaba un alma, el cuerpo pasaba a ser una sombra. La cual se ponía inmediatamente a mis ordenes. Eran criaturas horrendas, negras completamente, cuerpo des uniforme, largas manos acabadas en afiladas garras y unos grandes ojos rojos que lloraban ese extraño liquido rojizo.

Pero mi mayor satisfaccion era el terror que causaba en mis preciadas victimas. Sin piedad, aunque ellos me la pidieran, comenzaba por introducir mis dedos en su ojos, arrancando sus cuencas cuando aun estaban vivos. Luego comenzaba a crearles heridas, viéndoles sangrar y manchando mis pantalones con su sangre. Sintiéndome estremecido seguía arrancando las partes de su cuerpo, una a una, pedazo a pedazo. Era realmente un placer hacer todo aquello. Todos los que anteriormente me habían "respetado" o burlado de mi, ahora lo estaban pagando... con su propia vida.

El miedo en sus ojos era mi mayor recompensa ahora.
Sus fritos de dolor me saciaban.
Y sus suplicas... eran como un postre de chocolate para un niño muy goloso.

Con el tiempo y los años, me volví mucho mas poderoso de lo que habría llegado a imaginar. Ahora aquel pacto de aumento de fuerzas que había creado había aumentado y mi poder era superior al de cualquier ser que puede existir en todos los planetas existentes.

Ahora ya no habría rival para mi en ninguna parte. Nadie podría salvar a toda Ooo de su nefasto final. Luche contra unos jóvenes héroes, me recordaban a aquel asqueroso rufián ahora desaparecido. Finn y Jake creo recordar que eran sus nombres. Inútiles ilusos cuando creyeron que serian capaces de vencerme. A mi... el próximo Demonio.

Creían que esto era muy fácil, muy sencillo. Pero cayeron al suelo, desangrándose en menos de lo que habría pensado que me durarían. LA esperanzas de Ooo ya estaban destruidas y no había remedio alguno.
Solo someterse a mi voluntad... Solo morir... Solo el dolor de todo ser viviente... Solo mi rencor hacia la vida.

El frente a mí, cuerpo a cuerpo, cara a cara. Aquel que me había dado todo este poder años y años atrás. Ahora estaba a mi merced. Aquel mismo monstruo había creado uno peor y mas poderoso que el. Lo agarraba por el cuello, con una expresión inexpresiva, pero llena de rencor, llena de odio, una mirada psicópata estaba en mi ojos, mirándolo. El diablo temblaba. El, el gran demonio tenia miedo de un magito. Me sentía realmente poderoso, me sentía capaz de cualquier cosa. El Demonio comenzó a suplicarme, decía que no lo hiciera, que el me había dado aquello con lo que le destruiría, que debía estar le agradecido. Poniendo cara seria y sin decir mas lo agarre por la mandíbula, sintiendo sus afilados dientes clavarse en mis manos. Tire de ella, sintiendo de nuevo el delicioso dolor y la sangre corriendo por mi brazo. El diablo, aquel demonio ahora echo perrito, mantenía la vista asustada, ahora con la mandíbula fuera de su sitio, sangrando por esta.

Desenvaine mi espada, malicioso me lance sobre el pobre diablo asustado. La clave varias veces, la sangre azul de aquel ser manchaba mi ropa blanca, me sentiría feliz de tener sentimientos. Estaba sintiéndome poderoso, con el poder en mis manos. Ahora aquel ser ya no vivía, solo era un montón de carne tirada en el suelo.

Guarde la espada, no sin antes lamer su filo, saboreando la sangre de aquel que tiempo atrás me había dado todo ese poder y que ahora, muerto, yacía echo carne picada.

Ahora, yo, era el nuevo demonio.
Ahora nadie tendría escapatoria.
Ahora todos estaban a mi merced y nadie ni nada podría salvarlos.